Viñas viejas... de etiqueta

El agrónomo considera que el primer paso para preservar el viñedo histórico es obligar a reflejar la realidad. Hay que controlar las etiquetas para garantizar que las uvas de cepas viejas lo sean.

Tendemos a creer que todo lo que está escrito es verdad. Con la libertad de expresión e información de que gozamos todos podemos manifestar nuestra opinión, si no en un periódico, el cual lógicamente pasa una criba, sí, de momento, en la Red. Cualquiera que disponga de un ordenador puede, libremente, exponer su punto de vista y también, y aquí está el problema, 'largar' cualquier falsedad visible para miles o incluso millones de personas de todo el mundo. No seré yo el que trate de coartar el derecho de expresión porque somos los lectores quienes, con un pensamiento crítico, debemos separar el grano de la paja.

 

UN EJEMPLO

Producción de la bodega. 100 hectáreas de tempranillo en propiedad y otras 30 de proveedores.

Producción de más de 30 años. 10 de las 100 hectáreas propias y 5 de las 30 externas.

Elaboración total. 6.500 kilos por hectáreas. Unas 845.000 botellas

Indicación de viñedos viejos. Únicamente en 97.500 botellas del total producido (15 hectáreas por 6.500 kilos)


El mundo del vino no es ajeno al uso pernicioso de la información. Les invito a echar una ojeada a los mensajes en prensa o en la web de las bodegas o distribuidores de vino, y también, a sus etiquetas. Vale que cada cual exagere sobre el ancestral origen de la bodega, sobre su flamante tecnología, sobre el esmerado cuidado de sus viñas, sobre el celo en la selección de la uva, sobre la exquisitez de su vino o sobre los aromas divinos que detenta. Ahora bien, siempre que la verdad vaya por delante. Una campaña publicitaria basada en el embuste no hará más que crear expectativas que se volverán del revés cuando llegue el momento de la verdad: la prueba de la bondad del producto. Fiascos que, aparte del daño directo a la marca y a la bodega, resultarán contraproducentes a medio-largo plazo para la denominación e incluso para el país productor.

Es opinión prácticamente unánime que, a igualdad de condiciones, las viñas viejas son susceptibles de brindar mayor calidad que las más jóvenes. Son aquellas bodegas que apuestan por los viñedos más viejos las que de entrada producen los mejores vinos. Como 'el papel todo lo aguanta' y no existe notario que dé fe de que la uva procede de viñedos considerados viejos, en muchas etiquetas o en la misma publicidad figuran alusiones a la senectud de los viñedos que no concuerdan con la realidad vitícola. Esto que puede parecer un simple acto de presunción, tiene consecuencias nefastas no sólo a efectos de imagen, sino porque va en contra de la pervivencia del patrimonio vitícola más antiguo.

Dos motivos principales han hecho perder el interés del viticultor riojano por mantener los viñedos viejos. El primero, que no ha visto recompensado su esfuerzo en viñas con menos rendimientos, en terrenos, habitualmente, con topografía difícil, tamaños de parcela y marcos de plantación que dificultan su cultivo. Y segundo, el aprovechamiento gratuito, por muchas bodegas, del argumento de venta de utilizar como materia prima uva procedente de viñedos viejos, algunas sin ni siquiera disponer de una sola cepa longeva. Así las cosas, el viñedo viejo se ha ido reduciendo paulatinamente, más en los últimos años, en los que se han primado los arranques mediante ayudas a la reestructuración con fondos europeos.

En mi opinión, las cosas pintarían de otra manera si las normas del Consejo Regulador impidieran figurar en la etiqueta, publicidad o cualquier otra comunicación alusión a la antigüedad de los viñedos que no se pudiera demostrar. La cuestión es cómo puede el órgano de control de la denominación verificar la veracidad de esta información. Les adelanto que de manera muy sencilla. Solo es necesario darle a la 'tecla'.

Cada uno de los más de 18.000 titulares de viña de Rioja recibe previamente a la vendimia un documento acreditativo, la cartilla, en el que figura la superficie de viñedo inscrito por el viticultor y el rendimiento máximo que se le autoriza. Por otra parte el Consejo Regulador, y las Comunidades Autónomas con viñedos en la DOCa Rioja, disponen de un registro en el que figuran todos los viñedos inscritos, con sus datos sobre localización de la parcela y características de la plantación, entre ellas la del año de plantación.

El control

Con una información tan detallada del registro, y con la informática, a la vez que se envía la cartilla a los viticultores poco complicado sería realizar un desglose de la misma en función de la edad del viñedo. Por una parte se informaría de la cantidad de uva procedente de viñedos con más de 30 años y, por otra, la del resto de viñedos. A partir de ahí, quedaría una labor de seguimiento del Consejo, de forma que las bodegas embotelladoras no pudieran hacer figurar la procedencia de uvas de viñedos viejos, en más botellas que las que, por superficie de viñedo viejo propio o procedente de proveedores, pudieran acreditar. El planteamiento expuesto aumentaría las garantías del consumidor respecto a la trazabilidad del producto, reduciría la publicidad engañosa, limitaría el uso de un elemento distintivo de calidad de aquellos productores que no lo justifiquen debidamente, y que ahora sacan partido de una laguna normativa, pero sobre todo, aumentaría la apreciación de los viñedos viejos, que como bien limitado, estarían más valorados.

Esta medida, junto con otras posibles, como la creación de un registro de viñedos singulares o las subvenciones para el cultivo y mantenimiento de los viñedos más antiguos tendría, al menos así lo entiendo yo, un efecto muy positivo en la conservación de este patrimonio natural, que Rioja no puede permitir merme campaña tras campaña.